Entre los observadores del proceso de renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) ha surgido la duda de si las diferencias que vimos al término de la Cuarta Ronda realizada en Washington son solo el preludio del fin o si se trata más bien de amagues y presiones, de esos que siempre aparecen en las negociaciones y que buscan obtener ventajas de los interlocutores.
Si es lo segundo, no sorprendería que en la Quinta Ronda, que se va a realizar a partir del 17 de noviembre en la Ciudad de México, el clima volviera a ser cordial.
Si fuera lo primero, tal vez las negociaciones del próximo mes apuntarían hacia la salida de Estados Unidos del Tratado.
Las palabras de Robert Lighthizer en su mensaje tras la conclusión de la Cuarta Ronda quizás sean las más duras por parte del negociador norteamericano en todo este proceso.
“Estoy sorprendido y decepcionado por la resistencia al cambio de nuestros aliados de negociación en ambas partes. No hemos visto ningún indicio de que nuestros socios estén dispuestos a realizar cambios que produzcan un reequilibrio y una reducción de estos enormes déficits comerciales. Ahora entiendo que, después de muchos años de beneficios unilaterales, sus compañías se han vuelto dependientes de preferencias especiales y no solo de ventajas comparativas. Los países son renuentes a renunciar a una ventaja injusta”, fue lo dicho por el Representante Comercial de Estados Unidos.
Desde luego, la ministra Freeland de Canadá y el secretario Guajardo de México, no se quedaron mudos.
“No podemos llegar a ese acuerdo cuando aquí hay alguien que piensa: ‘aquí el que tiene que ganar soy yo’”, fue la respuesta de la representante de Canadá, mientras que Guajardo señaló que México no puede salir de la negociación del acuerdo con las manos vacías.
Cuando concluía la negociación, el presidente Peña Nieto reveló que, en la visita del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a México, los dos países llegaron al acuerdo de que aun si Estados Unidos tomara la iniciativa de dejar el TLCAN, México y Canadá seguirían con él.
Ese hecho deja de lado las versiones que circularon ampliamente a propósito de que Canadá aceptaría un acuerdo bilateral con Estados Unidos, excluyendo a México.
¿Qué se puede esperar que ocurra en noviembre, en los días previos a la realización de la Quinta Ronda de negociaciones y tras ésta?
Lo más probable es que continúe operando la estrategia de Trump, que implica que, además de las negociaciones que se realizan en las Mesas también haya presiones a través de declaraciones o tuits. No será extraño ver que el presidente Trump exprese otra vez su escepticismo respecto a la posibilidad de llegar a un acuerdo con socios, que, según él, se resisten a aceptar las propuestas de su equipo negociador.
En el sector privado mexicano, se asume cada vez más la probabilidad de que Estados Unidos deje el TLCAN y el tema del Plan B es algo de lo que se habla cada vez con más frecuencia.
¿Cuáles son los componentes que debería tener dicho plan?
De acuerdo con lo dicho por el propio presidente de la República, en una conversación con periodistas realizada el 17 de octubre en la residencia oficial de Los Pinos, la base del ‘Plan B’ es la diversificación comercial.
Esto implica varias acciones, por un lado, el fortalecimiento de otros Acuerdos comerciales multilaterales vigentes, como el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, que se encuentra en proceso de modernización y el fortalecimiento de la Alianza del Pacífico, en la que participan con México diversas naciones de América Latina.
También se ha planteado la búsqueda de aterrizar el llamado TPP11, que buscaría un nuevo arreglo entre los integrantes originales del acuerdo comercial, sin Estados Unidos.
Pero, hay mucho más.
También se ha trabajado detalladamente con los sectores económicos del país para identificar cuáles podrían seguir con su comercio con Estados Unidos bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Se estima que alrededor del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos podrían realizarse bajo los términos de la OMC sin mayor trastorno, debido a los bajos aranceles que tiene la Unión Americana.
Y, en el caso de sectores, como las camionetas y camiones, que tienen un arancel significativo, de 25 por ciento, el impacto puede ser menor en el caso de las armadoras norteamericanas que utilizan una proporción importante de partes producidas en Estados Unidos, pues el arancel se aplicaría específicamente sobre el valor agregado generado en el país, lo que tendría un impacto más bajo en el valor total de los vehículos.
Otro de los ámbitos en los que se está trabajando es en la identificación de proveedores de insumos estratégicos que vengan de naciones diversas y no solo de Estados Unidos, lo que es muy relevante en el caso de granos alimenticios y forrajes, así como gasolinas.
El otro terreno en el que se está trabajando es en lo relativo a garantizar las inversiones. El país tiene 29 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (APPRI).
En el caso específico de Estados Unidos, probablemente sería necesario intensificar la participación de la Overseas Private Investment Corporation (OPIC) en el aseguramiento de diversos proyectos de inversión.
En diversas comunicaciones, los funcionarios mexicanos han señalado claramente que el escenario central y el objetivo es concluir exitosamente la renegociación del TLCAN. La permanencia de todo el armazón legal que está detrás del Tratado ofrece un marco de certidumbre y confianza, que es más importante incluso que los factores estrictamente comerciales.
Pero, tampoco es completamente irreemplazable, aunque requiere de múltiples esfuerzos de diversa naturaleza y en diferentes instancias, que le den a los inversionistas la certeza de que el marco global para invertir en el país será relativamente estable y permanente.
Un componente adicional y crítico de un ‘Plan B’ es la estrategia de comunicación.
La gran crisis que detonó en diciembre de 1994 tuvo factores estructurales, como la sobrevaluación de nuestra moneda y un elevado déficit de la cuenta corriente, pero la virulencia del estallido de ese año tuvo como otro ingrediente una muy deficiente estrategia de comunicación, que generó pánico entre los inversionistas.
Una premisa para el ‘Plan B’ es que sus alcances sean comprendidos por los inversionistas y empresarios, así como por el público en general.
Si existe una comunicación correcta y oportuna se puede amortiguar de manera importante el impacto psicológico que un cambio tan importante como la salida de Estados Unidos del TLCAN podría propiciar.
Finalmente, aunque el tema no esté propiamente en la confección del Plan, será crítico para la certidumbre la garantía de que el gobierno que llegue en 2018 pueda garantizar valores fundamentales, como la estabilidad macroeconómica, la prevalencia de las reformas estructurales y, desde luego, el fortalecimiento del Estado de Derecho.
Si hay esa certeza, independientemente de todo lo que en detalle se haga para amortiguar una posible salida de Estados Unidos del Acuerdo, se estará garantizando que México siga siendo altamente atractivo para los inversionistas.