De nueva cuenta la tragedia cayó sobre trabajadoras textiles, como en el terremoto de 1985, cuando muchas murieron en los escombros junto a sus máquinas de coser. Ahora la desgracia le tocó a trabajadoras de una fábrica de la colonia Obrera que se derrumbó, enterrando a muchas trabajadoras.
A las 21:00 horas, la solidaridad de vecinos, comerciantes y trabajadores salió a flote y, retirando paulatinamente escombros, rescataron a tres personas vivas y, desafortunadamente, a seis muertos.
En Chimalpopoca y Bolívar, en un inmueble de cuatro niveles, se encontraban decenas de costureras elaborando vestidos. Fastidiadas porque acababan de meterse al inmueble, tras el simulacro de sismo previo, comenzaron a desalojar de nuevo.
Pero algunas, pensando que sólo era pérdida de tiempo, decidieron quedarse a continuar con su trabajo, no podían perder tiempo, pues les pagan a destajo.
En un terreno de unos 800 metros cuadrados se encuentran varias fábricas textiles donde se elaboran principalmente prendas de mujer, niñas y niños.
Al sonar por segunda ocasión la Alerta Sísmica, la mayor parte desalojó el lugar. Comenzó a moverse la tierra y el temor fue en aumento. Ante la fuerza del movimiento el inmueble de cuatro pisos se derrumbaba para quedar sólo en un nivel repleto de escombros…algunos de los compañeros no lograron salir.
Ellos fueron los primeros en solidarizarse con sus compañeros enterrados en toneladas de desechos y comenzaron a quitar piedras. Ante la tragedia se fueron uniendo los albañiles de una obra cercana así como vecinos preocupados.
Mónica Ruiz, cajera del Aurrerá que está enfrente, aseguró que tras el temblor se escuchó un fuerte crujido y, al asomarse a la calle, vio la fábrica caída. Recordó que varias de las trabajadoras eran sus amigas, repasó sus rostros entre quienes estaban afuera del inmueble, no vio a muchas. Abandonó la caja que tiene a su cargo y comenzó a quitar piedras, a buscar a las personas que estaban enterradas bajo los escombros.
Así comenzó la solidaridad, en menos de una hora ya era un gran grupo de jóvenes, personas maduras y ancianos que se juntaban para remover las piedras. La organización espontánea fue inicialmente caótica, pero fueron aprendiendo y después ya tenía un lenguaje universal de señas.
Si levantaban la mano con el puño cerrado, la orden era callar y escuchar algún ruido que los llevara hacia algún sobreviviente.
Poco después de las 18:00 horas salió un hombre por su propio pie. “¡Todavía hay como 20, sáquenlos!”, dijo. Minutos antes de las 22 horas un anciano logró ser rescatado.
Al igual que hace 32 años, la naturaleza se ensañó con las costureras, las que ganan sueldos menores al mínimo, las que no tienen seguridad social.
Hace tres décadas murieron sepultadas unas mil 600 empleadas. Ahora será un número menor, pero no por ello, menos importante.