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Cómo Marruecos ha pasado de no tener suficientes mascarillas a exportarlas

El País / España, Global, Francisco Peregil.

Las autoridades de Marruecos han sabido actuar con audacia y reflejos en cuestiones vitales relacionadas con la pandemia. A veces, situándose por delante de los consejos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El lunes 6 de abril, el director general de este organismo dependiente de la ONU, Tedros Adhanom Ghebreyesus, solo recomendaba el uso de mascarillas para los enfermos o aquellos que cuidaban a los pacientes en sus casas. Y advertía en conferencia de prensa que el uso masivo de ellas podía poner en peligro a los sanitarios, que eran quienes verdaderamente las necesitaban.

Sin embargo, ese mismo día, Marruecos decretó la obligación de portar mascarillas para todo el que saliera a la calle desde el martes 7 de abril. Y lo hizo de la noche a la mañana. El lunes por la noche lo anunció y al día siguiente ya era obligatoria. La infracción de la norma conlleva penas de hasta tres meses de cárcel y una multa de hasta 1.300 dirhams, equivalente a 110 euros.

En teoría, el Estado había fabricado y repartido por todo el país mascarillas subvencionadas a un precio equivalente a 0,07 euros. Y estarían disponibles en supermercados y farmacias. El ministro de Industria, Moulay Hafid Elalamy, ya anunciaba ese martes 7 de abril en el que entró en vigor la ley que el país comenzó a producir mascarillas hacía una semana, que primero las distribuyeron entre el sector sanitario y los agentes de autoridad. “Hoy producimos tres millones de unidades al día y pasaremos pronto a los cinco millones. Pronto exportaremos mascarillas marroquíes hacia Europa”, señalaba.

Pero aplicar la ley fue más difícil que redactarla. La realidad es que durante al menos dos semanas era imposible encontrarlas en muchos lugares. Y en algunas farmacias vendían una mascarilla tan frágil como de papel, con un elástico grapado. A pesar de su ínfima calidad ínfima se vendían a un euro. O sea, una estafa a la que muchos ciudadanos no tuvieron más remedio que someterse. Casi cien personas

El 23 de abril, el ministro de Industria informaba abiertamente sobre las estafas y las corruptelas que habían surgido en la cadena de distribución. Habló sobre el pulso que mantenía con los productores de textil, porque debían acatar un precio regulado y de momento no podían exportar. Informó también de que había pedido ayuda a una central lechera y a la empresa Coca-Cola para que le ayudasen en la distribución. Añadió que ya producían 6,8 millones de mascarillas y que pronto alcanzarían los 8 millones. Y dijo que él veía esta crisis como una oportunidad.

El ministro, un empresario fundador del grupo Saham, que cubre sectores como los seguros, las finanzas, la inmobiliaria y también la sanidad, comentaba recientemente a Le Monde que hay 35 empresas que se dedican a fabricar mascarillas no subvencionadas. “Cinco de ellas exportan ya la mitad de su producción a Europa. Tenemos mucha demanda de países extranjeros y puesto que ya tenemos la necesidad nacional satisfecha, dentro de pocas semanas vamos a autorizar a más empresas a exportar”.

Hoy en día las mascarillas ya están disponibles por todas partes: en las farmacias y en las tiendas de la esquina. En total, se han distribuido 160 millones. Marruecos, país de 36 millones de habitantes, se situó muy pronto a la vanguardia mundial en cuanto a sus medidas restrictivas de confinamiento. El Gobierno decretó el confinamiento domiciliario el 20 de marzo y lo ha prorrogado hasta el 20 de mayo. De momento, no se habla de desescalada. De momento, hasta el pasado martes, se habían contabilizado un total de 5.053 casos positivos de coronavirus y se registraron 179 muertes desde el inicio de la pandemia, cifra ligeramente inferior a los 185 muertos que se dieron en España solo en la jornada del 4 de mayo. En todo el continente africano, los casos de contagios superan este martes los 48.000. Ahora, en Rabat toda el mundo lleva mascarillas. Incluso cuando viaja en soledad dentro de sus coches particulares.

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