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Mal y de malas

Reforma

A fines de enero escribí que “el arranque del año apunta a un crecimiento de la economía inferior al 1.5 por ciento…”, y algunos lectores comentaron que esa era una visión pesimista de nuestras perspectivas.

Resulta que ahora convergen hacia mi previsión de enero algunas de nuestras autoridades, como la Secretaría de Hacienda, que redujo su estimación del intervalo de crecimiento de entre 1.5 y 2.5 por ciento a uno entre 1.1 y 2.1 por ciento, así como los analistas del sector privado que encuesta Banco de México, cuyo promedio se redujo de 1.64 por ciento en febrero a 1.56 por ciento en marzo.

Hacienda, además, reconoció que este año y el próximo los ingresos públicos serán inferiores a los previstos, desmantelando así una de las múltiples fantasías del proyecto de Nación de AMLO, esto es, que por el control de la evasión fiscal la recaudación aumentaría 700 mil millones de pesos anuales.

Considero, por tanto, que esa convergencia hacia abajo continuará según avance el año, porque con un mediocre primer trimestre y las amenazas que se ciernen sobre nuestra economía, los números pudieran ser todavía peores, acercándose quizá al uno por ciento.

Estas previsiones no las comparte, por supuesto, el Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien sin fundamento afirmó en su conferencia mañanera del martes de esta semana que “vamos a crecer… en cuando menos 2 por ciento este año…, y apuesto, trato hecho”. No aclaró, sin embargo, qué era lo que apostaba.

AMLO es el único que no parece reconocer que el mal desempeño de la economía se debe, en gran parte, a las varias torpezas de sus políticas públicas, que por sí solas son suficientes para lograr uno de los peores registros económicos en un primer año de gobierno en lo que va de este siglo, sino que tampoco se da cuenta del daño potencial que pudieran ocasionarnos, si se prolongan, eventos recientes que han sucedido allende el Río Bravo.

Me refiero, en particular, a la amenaza de Donald Trump (DT) de cerrar la frontera de Estados Unidos (EU) con México al tráfico de mercancías y personas. Esto todavía no se aplica formalmente, pero se han presentado movimientos de personal de las aduanas estadounidenses para lidiar con el flujo migratorio que nuestro Gobierno deja cruzar, indiscriminadamente, la frontera sur del País, lo que entorpece considerablemente el cruce fronterizo en los puertos de acceso a EU.

El tráfico comercial y de personas toma ahora varias horas en la gran mayoría de las aduanas estadounidenses, lo que de prolongarse por más tiempo afectará la actividad de los exportadores, uno de los pilares del crecimiento de nuestro País.

El martes de esta semana, además, Nancy Pelosi, vocera del partido demócrata en el Congreso de EU, declaró que no considerarían el nuevo tratado de comercio propuesto por DT hasta que México apruebe e instrumente las reformas laborales que ofreció durante la negociación. Nótese que no solo habla de aprobar las reformas, sino más importante, que ya estén en operación, por lo que es probable que el visto bueno al nuevo acuerdo comercial se dilate más de lo esperado.

Esto, en sí, no es un problema, ya que mientras no se apruebe, el comercio entre México, EU y Canadá se rige por el TLC, que es más favorable para nuestro País. El peligro para nosotros está, más bien, en que DT decida presionar a su Congreso para que apruebe su tratado comercial mediante el aviso de terminación del TLC. Y una vez que se da ese aviso, el comercio entre los países puede afectarse negativamente si el nuevo tratado no se aprueba antes de 6 meses después.

Lo anterior muestra que nuestra economía está mal y de malas. Lo triste es que no hay en el horizonte inmediato algo que ayude a cambiar significativamente esa perspectiva, menos si AMLO piensa que no se hará realidad tan solo porque apuesta en su contra, mientras continúa empecinado en aplicar políticas públicas que merman la confianza y desalientan la inversión y el crecimiento.

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