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Las falacias del comercio proteccionista de América first

La intimidación de Trump contra empresas como Ford claramente está mal.

Incluso antes de ocupar la Oficina Oval, Donald Trump ha hecho que las empresas estadounidenses traten de evitar su ira caprichosa. La semana pasada fue el turno de Ford, que canceló sus planes para una nueva planta de 1,600 millones de dólares en México, y en su lugar aumentar la producción en Michigan.

El anuncio, que se dio después de un tuit de Trump el jueves pasado donde amenazaba al rival de Ford, GM, con un “gran impuesto fronterizo” para la producción en el extranjero, tal vez fue algo bueno para las relaciones públicas. Sin embargo, es un hecho profundamente equivocado que el presidente electo, armado con una mentalidad proteccionista, parezca que realiza una política industrial al intimidar a empresas individuales en Twitter.

Si persiste con este tipo de intervención, Trump no ayudará a aumentar el empleo en Estados Unidos (EU), sino que va a infundir temor a la intromisión política entre los líderes empresariales, alterará eficientes cadenas internacionales de suministro y correrá el riesgo de generar una respuesta proteccionista y populista entre los socios comerciales de EU.

Trump amenazó frecuentemente durante su campaña presidencial con imponer fuertes aranceles a empresas específicas que mueven su producción al extranjero y venden sus productos de nuevo en Estados Unidos. Este sería el caso de los autos de Ford y GM.

Ese tipo de impuestos serían ilegales bajo cualquier acuerdo comercial imaginable, incluyendo la ley de la Organización Mundial de Comercio y dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero es evidente que Ford decidió que la prudencia dicta un cambio en los planes.

Todavía se tiene que ver si las intervenciones de Trump sobre el comercio se vuelven más sistemáticas, o se mantienen de cierta manera a un nivel fragmentado. Sin duda, promete un asalto de gran alcance sobre el marco de gobierno de comercio como lo conocemos, amenaza con la renegociación del TLCAN y con enormes aranceles sobre las importaciones que provienen de China si considera que su moneda está subvaluada.

Robert Lighthizer, el candidato de Trump como representante de Comercio de EU, si bien es un destacado abogado de comercio y antiguo representante adjunto de comercio en el gobierno de Ronald Reagan, está en el extremo proteccionista del espectro.

Pero también es posible que Trump no lleve hasta su conclusión este tipo de políticas. Su estrategia tal vez simplemente es hacer que empresas individuales tomen decisiones de inversión llamativas con las que la Casa Blanca ganará un ciclo de noticias.

Eso, al menos, sería preferible a comenzar una guerra comercial total a nivel mundial. Sin embargo, aparte de la grave ineficiencia e injusticia de señalar empresas, y someterlas a una estrategia de negocios equivalente a una depuración, ese tipo de campaña sin duda cubrirá en un velo de incertidumbre las decisiones de negocios en todo Estados Unidos, algo que propagará el temor de ser repentinamente el objeto de amenazas y ultimatums por parte de la Casa Blanca.

También alentará a otros países a seguir el ejemplo. Da la casualidad de que México construyó una industria de exportación de automóviles de clase mundial, gran parte de ella probablemente sobreviva a una campaña de proteccionismo en el norte de la frontera. Pero la intromisión mercantilista de Estados Unidos amplificará las voces de las políticas económicas populistas en México y en otras partes del mundo.

Los fabricantes de coches, junto con muchas industrias más, construyeron complejas cadenas de suministro que se desenvuelven a lo largo de diferentes economías. Obligarlas a que una parte particular de ese proceso se realice en un país tendrá una diferencia pequeña a largo plazo en el empleo de ese lugar. En vez de eso, disminuirá la eficiencia y le dará al país una reputación como un socio comercial voluble, lo que va a desalentar la inversión.

Con la decisión de Ford de la semana pasada, Trump obtuvo una victoria en sus relaciones públicas. Pero sin duda, si su enfoque no provoca conflictos comerciales, va a introducir riesgos políticos aleatorios y destructivos a la economía de EU. Con la política de América First (Estados Unidos Primero), que ciegamente sigue un mercantilismo de suma cero todos los países quedarán en peores condiciones.

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