La Ruta de la Seda se abrió oficialmente en el 130 a. C., cuando el emperador chino envió a su embajador Zhang Quian en una misión diplomática que buscaba nuevos aliados.
Desde aquel entonces esta ruta ha conectado China con el Mediterráneo, donde el intercambio era cultural, tecnológico y comercial.
Hoy, las cosas son diferentes, en un mundo globalizado, es necesario tener las herramientas para competir.
China es una potencia ambiciosa, que busca el dominio regional a corto plazo y el dominio global a largo plazo. Y a través de la ‘‘Belt and Road Initiative’’ que surgen como su intento parecer un país benevolente con potencial de liderazgo.
El proyecto de China consta de dos componentes: la Iniciativa Marítima de la Ruta de la Seda es un proyecto geopolítico que involucra a varios actores (gobiernos, empresas privadas y empresas estatales chinas) en una serie de escalas geográficas (ciudades, provincias, estados y continentes).
Mientras que la Franja Económica de la Ruta de la Seda es una iniciativa de desarrollo comercial y de infraestructura que beneficia a todos los involucrados para brindar estabilidad. Consolida las inversiones económicas existentes, y claro, protege los intereses de seguridad de Beijing.
Asimismo, se puede prever que hay planes para crear nuevos proyectos para vincular las regiones de Asia Central y Asia Meridional con China.
Esta parece ser la primera ficha del dominó que el gigante asiático ha construido alrededor de una de las rutas más significativas e importantes.
Los efectos de esto sería una constante expansión de los intereses de seguridad nacional chinos hacia el oeste, utilizando Medio Oriente y África para conectarse con Europa de manera directa.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, y China está consciente de esto.
Desde el cambio de siglo, el Medio Oriente ha experimentado una profunda transformación que
ha expuesto a la región bajo latentes amenazas geopolíticas e inestabilidad.
Dado que el orden regional y las relaciones internacionales aún deben alcanzar un nuevo equilibrio, así como una resolución a algunos de los conflictos más importantes de la región.
China probablemente busque mediante su poder económico reestructurar la región, esto podría desencadenar fácilmente conflictos geopolíticos, incluso guerras, y generar una mayor incertidumbre y riesgo en la construcción de la nueva Ruta de la Seda y los proyectos que Beijing impulsa al exterior.