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Automotrices confían en Guajardo; pero no tienen ‘Plan B’

En el sector automotor mexicano todavía hay estupor por las declaraciones de Donald Trump sobre el Tratado de Libre Comercio y por su deseo de renegociarlo.

La reacción de los alemanes por ejemplo —aglutinados en la poderosa Asociación Alemana de la Industria Automotriz (VDA)— sigue causando olas. Esa organización mostró abiertamente su preocupación por el potencial proteccionismo estadounidense en un momento en el que Daimler construye una planta en Aguascalientes; en el que Audi abrió una planta en Puebla; y en el que BMW edifica la suya en San Luis Potosí. ¿Con qué confianza siguen invirtiendo aquí si las virtudes del mercado libre se revierten?

Lo que desea Trump es algo imposible. Regresar las líneas de producción a Estados Unidos no es factible, en primer lugar, porque muchas de las que se pusieron en México ni siquiera estuvieron originalmente en los planes para construirse allá; y en segundo lugar, porque muchas de las que se mudaron a México fueron desmanteladas. En su lugar ahora hay centros comerciales o apartamentos.

El problema de fondo es que un arancel trumpista para importar autos mexicanos a Estados Unidos efectivamente podría terminar con las ventajas de producir en México. Los costos de la mano de obra son sustancialmente diferentes. Mientras en la Unión Americana un obrero de la línea de ensamble gana alrededor de Dlls. $ 35 por hora —con algunos especializados en circuitos eléctricos que llegan a ganar hasta más de Dlls. $ 50—; en México el obrero cobra Dlls. $ 6 por cada hora laboral. Es una diferencia gigantesca, derivada de la escalada en el poder adquisitivo de ese país durante décadas.

Los industriales del sector automotor en México confían en las habilidades del Secretario de Economía Ildefonso Guajardo para encabezar la renegociación del TLCAN. Saben, además, que cuando todas las plantas que se construyen actualmente se hayan puesto en marcha en 2 o 3 años, México tendrá una capacidad productora mayor a los 5 millones de unidades anuales, lo que será un brinco sustancial desde los poco más de 3 millones de unidades que se tienen actualmente.

Las virtudes del TLCAN han sido pobremente comunicadas en ambos lados de la frontera. Las promesas de Trump son una falacia, y ahora hay cierta prisa para hacerle saber al mundo que el efecto neto del Tratado fue positivo; es decir, que Estados Unidos no pudo haber crecido económicamente tanto en más de dos décadas sin él. México tampoco, por supuesto.

La industria automotriz identifica una sola ventaja en Donald Trump: prometió desmantelar la EPA y, con ello, reducir la exigencia para que la eficiencia en el consumo de combustible no represente una inversión de locura hacia el futuro.

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