Sólo seis horas después del evento conmemorativo del Sindicato 19 de Septiembre para recordar a las compañeras caídas en el terremoto de 1985, la tierra se estremeció y sacó de los escombros la misma historia de pobreza, olvido y marginación. Como si la tragedia estuviera obligada a cumplir ciclos o como si se guiara por un capricho, las trabajadores de la industria textil han vuelto a ser sepultadas al lado de sus máquinas de coser y sus telas. Esta noche, centenas de costureras se encuentran en la montaña de escombros que es la fábrica de telas que se encontraba en Bolívar y Chimalpopoca, colonia Obrera, en el Centro Histórico de la capital del país.
Hace 32 años, cientos de costureras fueron la gran noticia nacional. Los temblores de 1985 revelaron las condiciones en que trabajaban en talleres clandestinos. Dos sindicatos nacieron de su lucha. Pero tres décadas sirvieron para que fueran olvidadas y condenadas a la misma pobreza que antes, o a una peor, tanto que el pasado sismo las volvió a tocar muy fácil con su furia. Hasta el cierre de esta edición no se sabía cuántas son las que están entre los restos de la fábrica de telas de cuatro pisos rendida en pleno Centro Histórico de la capital del país.
La primera noche de salvamento, la del martes, 15 personas fueron rescatadas vivas. Una más había fallecido. Ya el miércoles, dos fueron rescatadas y otra más fue encontrada sin vida. Esta noche había 40 personas atrapadas entre muros, piedras y lodo. Pero nadie sabe dar un dato más. Sólo los puños que de vez en cuando se alzan brindan la esperanza de que debajo de tanta cal pueda haber más vidas.
La vista no alcanza a separar las cosas en este revoltijo de paredes caídas. Si ahí hubo máquinas, no son visibles. Los fierros se retuercen como víboras. Tampoco son visibles los dueños de la fábrica. Una vecina indica que “son judíos”, pero nadie es capaz de dar un nombre más.
El polvo ya no se eleva porque la lluvia que se inició a las 19:31 horas lo apaciguó. Pero en el punto, los ánimos no se calman. Los rescatistas aún se manifiestan afrentados. “Es el sismo, es el cansancio y fue la presencia de Osorio Chong lo que me tiene así”, dice el hombre que se identifica como David F. Hace unas horas, el Secretario de Gobernación se presentó en el sitio. Ni siquiera pudo avanzar. “¡A trabajar! ¡Largo! ¡Te invito a salir! –le gritaron. Entre tanto grito, llegó el chiflido con el que se entona la mentada.
Y ahora, a Chimalpopoca y Bolívar, en el trajín de ayuda y rescatistas, se le conoce como el punto de donde fue corrido Osorio Chong; pero no como el de las costureras que otra vez son víctimas de un temblor.
Cuando ocurrieron los sismos de 1985, el Gobierno mexicano reconoció que fallecieron mil 600 trabajadoras del ramo textil en el perímetro de las calles de Donceles hasta Tlalpan. Pero las costureras sostienen que fueron “muchísimas más”. Hablan porque les tocó amontonar cuerpos. Pelear con los elementos del Ejército que pusieron vallas y cercas por todos lados. Velar huesos. Armar cuerpos desvinculados. Atestiguar el paso del tiempo sin que nadie se apareciera para reconocer a algunas compañeras.
Hoy, tres décadas después, la textil es una industria que languidece con una constante pérdida de empleos. En el primer año de vida del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre (formado un mes después del terremoto) había ocho mil agremiadas de 40 fábricas; en 1992, el número era de menos de 500; en 1994 –cuando la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN)- quedaban sólo 250. En esta fecha funesta de 2017, según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), hay 300.
Si se siguen los números de la industria, en Bolívar y Chimalpopoca, colonia Obrera, se concentraba buena parte de los trabajadores de la industria textil moderna. La sobreviviente de México.