El marco global y regional internacional en materia comercial, de inversiones y tecnología ha venido experimentando cambios fundamentales en la última década. Hace apenas 2 años el gobierno mexicano, se encontraba todavía relativamente satisfecho con un gran sector industrial exportador en el marco del TLCAN y de los otros acuerdos comerciales y de inversiones y encaminado a una polémica integración con Asia y Pacífico, liderada por los EUA, para competir con China -el Tratado Transpacífico (TPP).
Desde la victoria de Trump y el inicio de su gobierno, el horizonte de corto y largo plazo para México han cambiado drásticamente. Súbitamente, el contexto de desarrollo industrial y comercial conocido y confortable ha sido puesto de cabeza. La política proteccionista de Trump de “America First”; su desprecio del sistema económico multilateral impulsado por los mismos EUA a partir de la 2ª Guerra Mundial (incluyendo el Tratado de París de Cambio Climático y más recientemente las negociaciones del Pacto Global sobre Migraciones); su retiro del recién firmado TPP -tras 4 años de negociaciones-; la decisión de renegociar (“modernizar”) el TLCAN para contrarrestar su déficit comercial y promover sus intereses en detrimento de México y Canadá; y las presiones políticas, fiscales y comerciales sobre sus empresas para recuperar inversiones y empleos manufactureros trasladados a México, nos han recordado la gran vulnerabilidad de nuestra economía y, en última instancia, su dependencia productiva , tecnológica y comercial respecto a los EUA.
Hemos confirmado la necesidad de que México, además de defender el interés nacional, fortaleciendo su posición negociadora frente a los EUA, a) refuerce su mercado interno en el corto y largo plazo con producción local e inversiones nacionales; 2) diversifique mercados de importación y exportación de bienes y servicios y de fuentes de inversión y tecnología y 3) revise sus políticas e instrumentos para impulsar producción competitiva y exportable ,combatir la competencia desleal y actuar prontamente en reciprocidad a los aumentos de aranceles y otras acciones unilaterales lesivas para la producción y el comercio de México que pudieran emprender el Gobierno de Trump y por ende los de otros países.
Es importante subrayar algo que Trump no quiere reconocer: que la mayor parte de las exportaciones mexicanas a los EUA -el 80 % del total exportado- es realizada por empresas de capital estadounidense y de otros países que, a su vez, se abastecen en alta proporción de materias primas y componentes producidos en el exterior también en alto grado por empresas norteamericanas.
Las reacciones del Gobierno y los empresarios mexicanos han sido hasta hoy muy cautelosas en la renegociación del TLCAN, la diversificación de mercados internacionales y el desarrollo de fuentes alternas significativas de inversión extranjera directa. Parecería que todavía estamos esperando el milagro de que Trump cambie de opinión o decida que ya no pueda avanzar más a través de sus amenazas verbales y dobles negociaciones. Prevalece hasta este mes de marzo de 2018 la incertidumbre respecto a cuándo y en qué forma habrán de concluir las negociaciones y si habrá nuevo TLCAN antes de las elecciones presidenciales de julio en México y las legislativas de noviembre en los EUA
La única decisión importante a la fecha, con implicaciones riesgosas para el futuro del comercio exterior y la economía de nuestro país, ha sido la de revivir el TPP a través de la reciente firma de un CPTPP con los otros 10 signatarios -sin la participación de los EUA- dejando en suspenso las 20 disposiciones más controvertidas e indeseables para la gran mayoría de los países firmantes, en espera de que Trump recapacite y decida reincorporarse al Acuerdo- como lo advertí ya en El Financiero (2-2-18).
El costo para México, va a ser importante en el corto plazo por las concesiones otorgadas a países, con los cuales tenemos ya un déficit comercial importante y problemas serios de competitividad.
Este el caso de Vietnam, país de 96 millones de habitantes, destruido por la guerra con los EUA, que hace 25 años inicio su despegue industrial con un modelo de desarrollo inspirado en el chino y que en 2017 creció al 6.8%.
Arnulfo Gómez, observador pertinaz de nuestros TLCs, nos recuerda en un análisis reciente que este país logró entre 1993 y 2017 un superávit comercial con México de 19, 556 millones USD. Las importaciones de Vietnam son calzado y prendas de vestir y sobre todo procesadores, teléfonos celulares, computadoras, circuitos modulares, impresoras láser, y otros productos electrónicos de alto valor agregado que México exportaba antes a los EUA. En contraste México le exporta nueces, cueros de bovino y de equino, frutos de cáscara, harinas de crustáceos y algunas manufacturas electrónicas.
¿Cuál será el impacto de las concesiones a Vietnam a través del CPTPP sobre nuestro comercio, considerando que las empresas vietnamitas son muy competitivas y gozan de mano de obra abundante de alta calificación, créditos e insumos baratos y estímulos fiscales y financieros que las empresas establecidas en México no tienen? Nadie lo ha estimado. Está por verse también si los retos derivados del acceso sin aranceles de productos competitivos de Nueva Zelanda y Australia podrán ser compensados por exportaciones mexicanas.
El impacto negativo para México del CPTPP será mucho mayor si nuestro vecino del norte decidiera regresar y se reinstala el marco legal original adverso. Esperemos que el Senado mexicano considere estas cuestiones cuando se reúna a ratificarlo.
Finalmente, lo que no ha querido reconocerse en México es que el modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones no rindió los frutos esperados y que el esquema global de economía “abierta” -con múltiples acuerdos regionales- de la OMC, prevaleciente durante los últimos 30 años parece haberse agotado, frente al rápido cambio tecnológico y el gran desafío mundial del modelo exitoso de China, extendido ahora al resto de Asia e incluso al continente africano.
Gobierno y muchos empresarios parecen preferir hacer concesiones interminables a los EUA y no verse obligados a replantear el curso de desarrollo. Sin embargo, suceda lo que suceda con Trump y el TLCAN, México se verá obligado a modificar su ruta significativamente en los próximos 10-15 años,
Habrá que dejar atrás el estancamiento estabilizador de las últimas tres décadas; recuperar los niveles de inversión pública y privada, reactivar la banca de desarrollo, impulsar la producción nacional, el empleo, los ingresos de los trabajadores y diversificar nuestro comercio exterior y las fuentes de inversión.
Ello exigirá poner en marcha, desde los inicios del próximo gobierno, una nueva visión estratégica nacional, para construir un México próspero, equitativo e incluyente, que incluya renovadas políticas productivas, tecnológicas y de comercio exterior y una estrategia público-privada de desarrollo industrial y regional que permitan crecer a una tasa más elevada y sostenible en la economía global del conocimiento.
Será crucial replantear objetivos e instrumentos, para adaptarlos pragmáticamente al marco internacional emergente; dejar atrás nostalgias, prejuicios y posiciones ideológicas inoperantes; y volvernos más creativos e imaginativos en aras de la defensa y promoción del interés nacional. Urge impulsar nuestro mercado interno y una nueva inserción global, que nos acerque a otros gobiernos y mercados, sin descuidar las realidades de nuestra vecindad económica y los límites de nuestro margen de maniobra.