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CÁMARA NACIONAL

DE LA INDUSTRIA TEXTIL

Se repite la historia

Los temores crecieron al trasladarse a China varias maquiladoras establecidas en la frontera de México con Estados Unidos (EU) debido a que el flete era más que compensado por los bajos salarios en el país asiático. Una investigación del Bureau of Labor (BL) de EU publicada en 2013, a la cual me he referido en otras ocasiones, calculaba que en 2002 las remuneraciones totales en el sector manufacturero de China eran de 0.60 dólares nominales por hora (dph).

No obstante, como lo avalan la teoría y la historia económicas, en varias oportunidades insistí en que esa situación no podía mantenerse ya que el éxito económico de China elevaría considerablemente sus salarios, como ha comenzado a ocurrir. Es cierto que cuando esos salarios se miden en dólares, parte del incremento obedece a la apreciación de la moneda china, pero también refleja un fuerte crecimiento de la productividad en su economía.

Estas tendencias continuaron en la presente década. Un análisis del centro de investigaciones Oxford Economics (OE) realizado hace aproximadamente un año encontró que los costos laborales en China, ajustados por productividad, estaban solo un 4 por ciento por debajo de los comparables en EU. Esto se explica porque el crecimiento de los salarios en China ha sido superior al de su productividad y su moneda se ha fortalecido. Los cálculos de OE para México indican que los costos respectivos se ubicaban cerca de un 10 por ciento menos que en EU.

Otro estudio más reciente, comentado a finales de mayo por el diario especializado Financial Times y realizado por el grupo de investigación Euromonitor International (EI), encontró que los salarios promedio en las manufacturas de China ya sobrepasan a los de los países latinoamericanos más grandes, Brasil y México, y se aproximan rápidamente a los observados en Grecia y Portugal.

Como señala la nota de prensa respectiva, los datos obtenidos ponen de relieve los problemas que enfrentan los países latinoamericanos cuyos salarios se han estancado y, en ocasiones, caído en términos reales, en tanto que el acercamiento de los salarios manufactureros en China con los de Grecia obedecen tanto al crecimiento de los primeros, como al retroceso que han experimentado los segundos a raíz de la crisis griega.

Los datos recabados por EI muestran que los salarios manufactureros en China (en dólares a precios constantes) pasaron de 1.2 dph en 2005 a 3.6 en 2016. Esto significa que los salarios de los trabajadores chinos crecieron en esos 11 años a una tasa promedio real del 10.5 por ciento anual. En cambio, los salarios comparables en México calculados por EI pasaron de 2.2 dph en 2005 a 2.1 dph en 2016, mientras que los de Brasil cayeron en los mismos años de 2.9 a 2.7 dph.

Es decir, que mientras en 2005 los salarios de los trabajadores mexicanos estaban 1.0 dph por encima de los de sus pares chinos, en 2016 ya los segundos superaban a los primeros en 1.5 dph. En consecuencia, el crecimiento de las remuneraciones en China hace ahora menos atractiva la producción manufacturera en ese país. La ventaja China en el futuro se basará más en la productividad de la mano obra, el desarrollo tecnológico y la mejoría lograda en el nivel de vida de la población china a través de mayores remuneraciones no solo en la industria manufacturera sino en otros sectores productivos.

En nuestro caso, el regreso de la producción que había emigrado a China es porque los salarios de los trabajadores mexicanos permanecen rezagados, lo que se trata de incluir en las negociaciones comerciales actuales con EU y Canadá. Mientras tanto, se repite la historia que nos ocurrió con otros países, que hace algunos años se situaban por debajo de nosotros en el nivel de sus remuneraciones y ahora nos sobrepasan ampliamente. Es el caso, por ejemplo, de lo que ocurrió con Corea del Sur a finales del siglo pasado y ahora se observa con China.

Urge romper, por tanto, esa dinámica perniciosa en la que el estancamiento de la productividad laboral en México contribuye a que nos alejemos cada vez más de las naciones que se convierten en casos de éxito en el desarrollo económico internacional. Es necesario impulsar la productividad para mejorar el nivel de vida de la población y que nuestra competitividad deje de depender de la depreciación del peso mexicano frente al dólar.

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