Competir con los bajos costos de Asia y el diseño y la calidad de Estados Unidos ha llevado a la industria textil mexicana a recurrir a la ciencia y la tecnología para crear nuevas telas con valor agregado y que se adapten a los requerimientos del consumidor.
Esto lo demuestra el aumento de 30% en el número de egresados del Instituto Politécnico Nacional (IPN) —250 el último año— y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) —22 en 2016—, dos de las tres universidades que imparten carreras relacionadas con el diseño textil.
La tercera, la Politécnica de Huejutla, en Hidalgo, dio el banderazo en 2013 a su primera generación con 30 estudiantes.
María Luisa Castellanos, coordinadora del Colegio de Ingeniería Textil de la BUAP, refiere que la intención es aplicar nanotecnología para agregar propiedades a las telas y facilitar el desarrollo de textiles especializados, como hace AzulSport —marca del Grupo Industrial Cruz Azul.
El propósito consiste en modificar la naturaleza de los tejidos para fabricar indumentaria deportiva, escolar, hospitalaria e industrial.
La demanda va al alza, asegura Arturo Dianicio, director de la Escuela Superior de Ingeniería Textil (ESIT) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), quien dice que los textiles intervenidos son esenciales en la producción nacional de chalecos antibalas, chamarras para motociclistas, equipo para bomberos o el recubrimiento de albercas y llantas, para lograr que soporten toneladas de peso.
“Pasamos de maquilar prendas a desarrollar fibras inteligentes que combaten el cambio climático, aplicaciones tecnológicas para telas, materiales para vestiduras de automóviles y vestimenta enfocada a las necesidades del consumidor”, explica el académico.
La pregunta es si los ingenieros textiles cuentan con las habilidades para competir en el mercado global.
Actualmente, la industria automotriz emplea a alrededor de 30% de los egresados de la BUAP, en tanto que en el sector deportivo se desarrollan tres de cada diez ingenieros textiles.