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Ganadores y perdedores con el nuevo TPP

Miguel Oropeza Caballero / Columnista Invitado*

Estados Unidos (13 marzo 2018).- En México los muertos suelen tener la peculiar costumbre de revivir temporalmente durante las jornadas electorales y al parecer ahora los tratados comerciales muertos también demuestran una capacidad para la resucitación.

Hasta hace algunos meses, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP por sus siglas en inglés) aparentaba haber sufrido la misma muerte repentina que cobró la vida del ALCA, otro tratado comercial igualmente problemático, en 2005. A diferencia de este último que fue derrumbado por una gran movilización laboral y social, el TPP fue estrangulado a manos de Donald Trump inmediatamente al asumir el poder, a pesar de que fue Washington el principal impulsor del acuerdo durante casi una década.

Las negociaciones originales para el TPP fueron en esencia entre las dos economías dominantes del bloque (Estados Unidos y Japón), con diez espectadores que ocasionalmente insistieron en puntos secundarios. Tokio hizo difíciles concesiones para lograr un tratado aceptable en Washington, por lo cual resultó el principal afectado al colapsar el proyecto inicial a inicios del año pasado. Hoy la suerte nipona vive un revés favorable con la segunda encarnación de lo que ahora llamamos el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (o TPP-11).

Una eventual ratificación del TPP-11 mantiene a Japón como una nación relevante y con peso político en una Asia donde tanto el gigante dragón chino como la pequeña pero dinámica Corea amenazan con desplazarlo a un rol económico reducido y menos protagonista.

Washington había otorgado una atención especial al proyecto en el pasado porque era la pieza central de la política del "pivote a Asia", que entre otras cosas tenía como objetivo contrarrestar la expansión comercial y geopolítica de China en la región.

Japón, siendo aliado estadounidense e histórico rival de China, tiene un gran interés en ver que el coloso de Norteamérica se mantenga activo y preocupado por el futuro del Asia-Pacífico; por lo cual al asumir el liderazgo para revivir el TPP negoció el nuevo tratado de tal forma que le permita una fácil reincorporación en el futuro.

Este es un punto que vale la pena remarcar: la expectativa tanto de Japón como de otros socios en el acuerdo es que los Estados Unidos eventualmente regresarán a la mesa de negociación y firmarán el tratado. De no ser este el caso sería difícil explicar entonces porque 22 artículos favorables a Washington aún se conservan en el texto del TPP-11 en calidad de suspendidos cuando fácilmente pudieron haber sido eliminados.

Japón, Malasia y Vietnam- los tres ganadores del nuevo acuerdo- no se habrían molestado a firmarlo si la oportunidad de entrar por la puerta principal, con aranceles casi inexistentes, al mercado estadounidense estuviese completamente cerrada, ya que, como países con economías orientadas a la exportación altamente competitiva en los mercados internacionales, la posibilidad de libre comercio transpacífico es demasiado atractiva para descartarla a pesar de las acciones de Trump.

Vietnam, que cuenta con una economía en la cual las paraestatales siguen jugando un importante papel, incluso aceptó notables limitaciones a tales empresas a cambio de la oportunidad de expandir su comercio con Washington.

Mientras esperan su eventual acceso a los Estados Unidos, Malasia y sobre todo Vietnam tendrán que aceptar como premio de consolación el mercado mexicano, que con sus casi 130 millones de consumidores estaba previamente obstaculizado parcialmente por una barrera arancelaria.

El beneficio a México en este caso resulta indescifrable, al menos que lo consideremos un tipo de servicio social a la comunidad internacional el facilitar el desarrollo industrial del sudeste asiático a costa de nuestra propia industria.

En México ambas versiones del TPP se le han vendido al público como una manera de diversificar mercados, lo cual es una promesa engañosa. No solo no es necesario un TLC para hacer comercio por el mundo (veamos el caso de China que sin ningún tratado hoy ha inundado nuestros mercados con sus productos), sino creer que el TPP-11 incrementará nuestras exportaciones de manera notable a nuevos mercados resulta algo ingenuo. Recordemos que a través de más de dos décadas México ha firmado 10 tratados de libre comercio con 45 países, pero más del 80% de lo que exportamos sigue teniendo un solo mercado como destino: nuestro vecino del norte.

Esta asimetría comercial vista pocas veces entre otros dos países y dependencia a los mercados estadounidenses tiene grandes repercusiones geopolíticas para nuestro país, algo que Trump se ha encargado de recordarnos en los últimos dos años.

Tal y como Japón tiene que compartir su triunfo con otros países, México tiene la resignación de no estar solo en el club de naciones que resultan perdedoras con el TPP-11. China, a pesar de no haber estado físicamente en la mesa de negociaciones, también sufre un retroceso.

En Beijing no era ningún secreto que el TPP era un bloque comercial opuesto a sus intereses, por lo cual naturalmente la noticia de la salida estadounidense fue recibida como buena noticia, ya que les permitiría a los chinos mayor libertad para impulsar su propia expansión comercial en la región. Si bien el TPP-11 en su actual presentación carece de dientes para ser una amenaza real, la probable reintegración de Washington es razón para preocupación.

Aún con el aislacionismo de Trump, los Estados Unidos siguen siendo el factor decisivo de la geopolítica en ambos lados del pacífico. Irónicamente, un acuerdo comercial que hoy los excluye sigue siendo prueba de la importancia del país para la región- por lo menos por el momento.

*Miguel Oropeza Caballero es economista y politólogo de la Universidad de Berkeley en California, especialista en la región de Asia-Pacífico. @MFOCaballero

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