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CÁMARA NACIONAL

DE LA INDUSTRIA TEXTIL

El reto de la moda responsable

El Tiempo. A finales de julio pasado, Adidas dio a conocer sus nuevos tenis EQT Support ADV, creados enteramente con desechos plásticos reciclados de los océanos en asociación con la ONG Parley, que tiene como propósito limpiar las aguas de los más de ocho millones de toneladas de residuos plásticos que se les arrojan al año.

El anuncio no solo causó regocijo entre los ecologistas, también entre los expertos en moda, que desde hace varios años insisten en la necesidad de innovar en la creación de textiles y materias primas, teniendo en cuenta que varios estudios han revelado que después de la petroquímica, la moda es la industria más contaminante del planeta. A esto se suma el hecho de que la industria textil nutre también la industria petroquímica, ya que muchas telas sintéticas se crean a base de petróleo.

Así, esta iniciativa de Adidas y la de otras marcas en el mismo sentido se convierte en un ejemplo digno de imitar. Sin embargo, “todavía queda mucho por hacer en este sector”, asegura Marina Coutelan, experta en moda reciclable y ecológica y jefa de productos de moda de Première Vision, empresa que agrupa a profesionales de la moda en París, Nueva York y Estambul.

Por ello, muchos empresarios, creadores y miembros de la cadena de producción y consumo de moda, con ayuda de la ONU, se están desplazando hacia modelos comerciales más sostenibles, que vayan en pro de la conservación del medioambiente.

Una de las más recientes innovaciones de este sector es la de los biopolímeros. “Es el caso de telas en poliamida hechas a partir de aceite de ricino o de almidón de maíz –dice la experta–, que muchas marcas han adoptado para la creación de ropa deportiva, pues cuentan con un gran rendimiento”.

También se han empezado a usar las telas sintéticas recicladas. “Actualmente, el 80 por ciento del poliéster reciclado se obtiene a partir de las botellas de plástico que llegan a los océanos”, comenta.

Sin embargo, el caso más preocupante, y a la vez más representativo, es el de la industria del jean: aunque ha modernizado muchos de sus procesos, es la más contaminante e irresponsable cuando se hacen de manera tradicional.

“Un jean es ciento por ciento algodón, y se usan más de 10.000 litros de agua por un kilo de algodón; más el agua que se emplea durante el proceso de tintura y lavado, que alcanza los 42 litros por cada jean… Sin contar con que algunas empresas utilizan técnicas de lavado con permanganato, un producto sumamente tóxico para las personas que los manipulan”, explica Coutelan.

De ahí que uno de los avances más sobresalientes en esta materia se haya dado con el ‘algodón bío’, cuya fabricación arranca con procesos inteligentes desde el campo, pues se hace una rotación más frecuente de cultivos e irrigaciones menos abundantes de agua, lo cual ayuda a evitar los pesticidas. Según la experta, el 20 por ciento de los pesticidas utilizados en el mundo son para el algodón de la industria textil.

Las técnicas de tintura también se han optimizado, y hoy se emplea la práctica ‘eco índigo’, que usa menos agua. También se usan el láser, que tiene un impacto neutro en el medioambiente, y el ozono, mediante una técnica de nebulización en la que, al evaporarse el ozono, se alteran los colores del jean para que sea más claro o tenga más efectos.

Actualmente, el 80 por ciento del poliéster reciclado se obtiene a partir de las botellas de plástico que llegan a los océanos

Aun así, Coutelan sostiene que si bien se trata de una técnica más favorable, todavía debe perfeccionarse porque “el defecto de la nebulización es que se debe lavar después. Aunque ya se ha mejorado también el proceso de limpieza, con un lavado inteligente que implica una tasa de agua”.

Estos procesos de optimización se han denominado globalmente la transición verde del jean; de ahí que muchos artículos elaborados en este material lleven ahora la etiqueta Green is the new blue (‘El verde es el nuevo azul’), que ha repercutido en las grandes empresas de jeans, como Levi’s.

“Ellos decidieron hacer nuevas colecciones a partir de prendas de archivo; es decir, retrabajaron sus productos, pero más inteligentemente. Una estrategia que muestra cómo las marcas están dando diferentes pasos para hacerse más responsables, mientras logran transformarse enteramente”.

Transición y estrategias
No hay que olvidar que los industriales que llevan años en el mercado y quieren incursionar en la ropa responsable deben repensar e, incluso, cambiar todo el proceso de producción y manufactura, incluyendo sus proveedores de materias primas y sus maquinarias.

Por tanto, las nuevas marcas son las que pueden integrarse más fácilmente a esta dinámica, pues las demás están en un momento de transición. Por ello, algunos grupos, diseñadores y tiendas han ideado estrategias alternativas.

Es lo que sucede con algunas tiendas de cadena, que han propuesto campañas de reciclaje ante la explosión del fast fashion. Marcas como H&M y Zara han comenzado a ofrecer a sus clientes bonos de reducción a cambio de prendas ya utilizadas. Las prendas de segunda van a dar a las empresas recicladoras que crean materias primas ecológicas.

Otras marcas invitan a sus clientes a llevarles las prensas usadas, y ellos mismos hacen un upside clean: proponen nuevos productos a base de prendas de colecciones pasadas y usadas; deconstruir para crear.

Otras marcas invitan a sus clientes a llevarles las prensas usadas, y ellos mismos hacen un upside clean: proponen nuevos productos a base de prendas de colecciones pasadas y usadas

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A contracorriente
Frente a ello, un pequeño grupo de marcas, e incluso de reconocidos diseñadores, han decidido no ir a ese ritmo. Por ejemplo, Acne Studios optó por hacer menos colecciones al año, y hasta hace algunos años, el prestigioso diseñador de alta costura Azzedine Alaïa dejó de crear colecciones para cada una de las semanas de la moda y solo hacer desfiles cuando la colección estuviera verdaderamente lista.

Por su parte, la diseñadora Stella McCartney va hasta el más mínimo detalle en todos los procesos del sector: busca sus propios materiales, va a ver a sus proveedores y los impulsa a hacer nuevos desarrollos responsables y durables, les exige impresiones ecológicas con productos no contaminantes, así deba pagar precios más elevados, y propone prendas atractivas en términos de moda.

“Incluso educa a los industriales, en la medida en que les explica qué tipo de producto quiere, teniendo en cuenta el potencial de los productores. Está en contra del uso de la piel, no usa PVC clásico y ha trabajado con empresarios para desarrollar materiales sintéticos que no vengan de la industria petroquímica”.

Por esa misma línea se ha decantado el diseñador belga Bruno Peters al haber decidido dejar de producir por nueve meses tras darse cuenta de que su marca tenía suficientes colecciones en stock; todas ellas eran contemporáneas y perfectamente aptas para llevarse en cualquiera de esos nuevos meses en los que no lanzó nada nuevo.

Además, este diseñador se ha convertido en uno de los íconos de la transparencia con sus clientes, pues cuando se va a su sitio de internet y se hace clic sobre cualquiera de sus prendas, se puede obtener información detallada de los materiales que empleó –que en muchos casos son ecológicos y responsables–, de la manufactura y de la manera como fue calculado el precio de venta por cada uno de los roles implicados en la creación.

A ellos también les han seguido los pasos grandes grupos de lujo como Kering, que reagrupa emblemáticas casas de moda como Gucci, Saint Laurent, Bottega Veneta, Balenciaga y Alexander McQueen y desarrolló un software para analizar el impacto que pueden tener sus productos sobre el medioambiente. El grupo LVMH, a la cabeza de lujosas marcas como Loewe, Louis Vuitton, Fendi y Christian Dior, también se ha comprometido y ha planteado objetivos concretos para que al llegar el 2020 sea posible reducir el impacto en todos los niveles de la cadena.

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