No hay nada más característico de Estados Unidos —y de México— que un par de jeans.
Los fardos de algodón se recolectan desde Texas a las Carolinas y se despachan como lanilla, hilo o tela a México, donde son cortados, cosidos y ensamblados. Alrededor de 40% de los jeans de hombres y niños en EE.UU. son importados del país vecino, según la Administración de Comercio Internacional estadounidense. Algunas de las mayores compañías de jeans del mundo, incluidas Levi Strauss y VF Corporation, dueña de las marcas Lee y Wrangler, tienen presencia en México.
“México es mi mercado interno”, afirma Alan Underwood, operador de algodón en Lubbock, Texas. Sus fardos de algodón son transportados a la frontera, a unas cinco horas de distancia, y terminan en las fábricas textiles de Ciudad de México, donde son usados en la confección de indumentaria. Underwood dice que le queda más cerca y le cuesta menos enviar algodón a México que a gran parte de EE.UU.
El del algodón es un sector de la economía estadounidense que saldría perdiendo si el gobierno de Donald Trump decide repatriar empleos manufactureros de México.
Ante los planes del presidente de construir un muro en la frontera, renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés) e imponer un arancel a las importaciones de México, los operadores y productores de algodón están preocupados por el futuro de la relación bilateral. Temen que sus políticas socaven los precios de uno de los cultivos históricos de EE.UU., provoquen el cierre de fábricas en México y no logren repatriar puestos de trabajo.
“Durante las últimas dos décadas, México siempre ha estado entre los principales tres importadores de algodón estadounidense”, señala Wallace Darneille, presidente de la junta de Amcot, una asociación gremial que representa los intereses de cooperativas algodoneras propiedad de productores o administradas por ellos. “Esta relación de larga data beneficia a ambos países, ya que provee considerables empleos en ambos lados de la frontera”.
En EE.UU., la industria del algodón empleó directamente a 126.553 personas en 2015, según el Consejo Nacional del Algodón. En un informe de 2016, la Administración de Comercio Internacional indicó que la industria textil y de ropa en México empleaba a 415.000 trabajadores, que son responsables de aproximadamente 6% del Producto Interno Bruto. Los empleos en este sector en EE.UU., en tanto, han estado en descenso durante más de tres decenios.
La imprevisibilidad sobre si, cuándo o cómo se materializarán las ideas de Trump ha generado optimismo sobre el futuro entre algunos agricultores e incertidumbre en otros sobre cómo deben proceder con sus negocios. Los precios de los futuros del algodón han subido desde las elecciones en EE.UU. “Sólo está regateando”, dice Richard Anderson, un productor de algodón de Carolina del Norte, sobre Trump.
En el Valle Central de California, donde se cultivan algunas de las variedades más finas, las 1.600 hectáreas de algodón de Cannon Michael han sido recolectadas y la fibra ha sido trasladada a una desmotadora cercana de la que es dueño parcial. Para la época de plantación que se avecina, Michael no está seguro de cómo planearla o cómo proteger su negocio teniendo en cuenta la retórica de Trump sobre la política comercial.
“Hay mucha especulación en este momento. Es muy difícil saber lo que va a implementar. ¿Habrá un impuesto de 20%? ¿Quién lo paga? Sólo tira un montón de signos de interrogación”, dice.
Bajo el Nafta, que Trump ha calificado de “catástrofe” para EE.UU., la industria algodonera estadounidense ha disfrutado de un mercado estable para sus exportaciones y México se ha beneficiado de un mercado para su ropa, en particular la tela de jean.
Y más allá del algodón, México es el mayor comprador de cultivos estadounidenses como el maíz y el tercer mayor mercado en general para sus exportaciones agrícolas, por un total de cerca de US$18.000 millones en 2015, según el Departamento de Agricultura de EE.UU. Sin el Nafta, los agricultores estadounidenses podrían enfrentar aranceles de hasta 25% sobre algunos de sus productos.
Cerca de 100% de las importaciones de algodón e hilo de México provienen de EE.UU., según el Departamento de Agricultura. EE.UU., a su vez, depende de la mano de obra de la industria textil mexicana para producir ropa a una fracción del costo.
Los productores están preocupados ante la perspectiva de que políticas de inmigración más rigurosas puedan dificultar la contratación de trabajadores. Cultivos de campo como el algodón dependen en gran parte de trabajadores con o sin documentos de México, según un sondeo del Departamento de Agricultura de EE.UU. Cerca de 22% de la mano de obra usada en estos cultivos en EE.UU. no tiene autorización para trabajar en el país y la mayoría proviene de México.
La parte más intensiva del trabajo de confección de un par de jeans —cortar y coser— es más barata en México y esos jeans pueden ser reimportados a EE.UU. sin un gravamen gracias al Nafta.
El resultado es que 98% de las prendas vendidas en EE.UU. son importadas, según Cotton Inc., la firma de investigación y marketing de la industria algodonera estadounidense. Los principales insumos tienden a ser producidos en EE.UU., en fábricas mayormente automatizadas con telares de alta velocidad, máquinas de teñido de millones de dólares y relativamente pocos empleados.
“A principios de los años 90, una a una, las fábricas de indumentaria empezaron a desaparecer, en particular cuando se puso en marcha el Nafta”, cuenta Jack Mathews, quien trabajó en Nueva York por 16 años para una fábrica de tela de jean de American Cotton Growers con sede en Littlefield, Texas. Cuando una firma de private equity cerró la planta textil en 2015, cerca de 350 empleados en Littlefield perdieron su trabajo. La empresa era el mayor empleador de la ciudad.
Hoy, Mathews trabaja en Nueva York como director de ventas y marketing de Artistic Denim Mills Limited, una compañía de Pakistán. Asegura que traer de vuelta la manufactura de ropa a EE.UU. es una fantasía. “Algún otro país asiático sería el beneficiario”, dice. Michael hace eco de ese sentimiento. “¿La gente piensa que la industria textil [estadounidense] va a ver algún tipo de resurgimiento y volver a ser competitiva a nivel mundial? No creo que suceda”, asegura.