Proyectada a rebasar 50 por ciento del PIB este año, la deuda pública total de México se ha convertido en un foco rojo. Y aunque todavía no es motivo de alarma, más le vale al gobierno tomar medidas lo antes posible si no quiere que se convierta en un grave problema.
El incremento del endeudamiento público ha sido significativo en los últimos años. De 2012 a 2016, la razón de deuda pública total respecto del PIB pasará de 37.7 a 50.5 por ciento, un aumento de casi 35 por ciento. El pago de intereses en 2017 será el más alto en 16 años. Por algo la calificadora S&P puso en perspectiva negativa la deuda de largo plazo de nuestro país.
Debo reconocer que buena parte del incremento del nivel de deuda no es culpa del gobierno. Una porción del pasivo está en dólares, por lo que solo tomando en cuenta la devaluación se ha afectado. El tipo de cambio es responsable de añadir 4 por ciento del PIB en la proporción de deuda de 2012 a 2016.
Asimismo, el gobierno asumió recientemente parte del pasivo laboral de la CFE y Pemex. El pasivo ya existía, y pese a que no aparecía como deuda pública, no había duda que de facto lo era. Al aceptar reconocerlo en su balance, el gobierno vio su deuda aumentar 1.5 por ciento del PIB. A cambio logró extraer importantes recortes en los pasivos laborales de las hoy llamadas empresas productivas del Estado.
Por otro lado, la estrepitosa caída en el precio del petróleo ha desquiciado las finanzas públicas. Mientras que hace cuatro años Pemex contribuía con 40 por ciento de los ingresos del gobierno hoy aporta solo 15 por ciento. Obviamente, tapar ese agujero no ha sido fácil y una parte ha tenido que venir de un mayor endeudamiento.
Sin embargo, el gobierno no está exento de responsabilidad. El gasto público es notoriamente ineficiente. La corrupción merma su efectividad y reduce su impacto.
Además, el crecimiento económico —la mejor manera de reducir la deuda pública— ha sido mucho más bajo de lo esperado.
El gobierno ha reaccionado apretándose el cinturón. En el presupuesto de 2017 anticipa obtener un superávit fiscal primario (antes del pago de intereses en la deuda) por primera vez desde 2008. Pero no está claro que esto sea suficiente para prevenir una baja en la calificación de S&P, sobre todo si no mejora la economía.
México ha vivido décadas de estabilidad económica. Con todo y el fuerte aumento en el nivel de endeudamiento estamos lejos de revivir crisis del pasado. Nuestra prima de riesgo es de las más bajas dentro de los mercados emergentes. Pero más nos vale reaccionar. El campo de maniobra para enfrentar futuras crisis se ha reducido de manera preocupante.
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