En plena semana santa, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) dio a conocer una noticia que, a primera vista, se escucha bien e incluso, en otro país y en otras circunstancias, sería plausible. De acuerdo a la agencia Notimex, el SAT “inició un programa piloto para aplicar el nuevo modelo de atención a pasajeros en la terminal 2 del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México (AICM)”, que elimina los semáforos fiscales, tiene nuevas medidas de control y revisión imperceptibles.” Este primer párrafo es mentir con la verdad. En efecto, “nuevas medidas de control y revisión imperceptibles” serían bienvenidas en los países nórdicos, pero en México resultan un gran salto al pasado, en virtud de que:
1.- La puesta en marcha de los semáforos fiscales fue una medida adoptada en los 90’s para minimizar la discrecionalidad y extorsión por parte de los agentes aduanales a los miles de personas que llegaban por cualquier vía a México. Y esta medida se ha mantenido hasta ahora y ha venido cumpliendo en buena medida su objetivo.
2.- “Medidas imperceptibles” son medidas en lo oscuro, en la opacidad, donde todo puede pasar en perjuicio de los mexicanos. Tengo la seguridad – como estoy seguro la tiene la mayoría de la población- que la opacidad genera incentivos para la corrupción y la impunidad. ¿Se imagina lo que se espera estar a la buena voluntad de agentes del SAT y de la Policía Federal que van a decidir quién sí y quién no lleva en su equipaje documentado en una línea aérea productos ilegales? Y de nada o muy poco servirá, como se ha demostrado en el caso de la joven Angélica López que paraboliza lo que aquí afirmo, mostrar pruebas de inocencia. Quien ha viajado a Colombia- como es mi caso- sabrá que hay varios filtros de revisión en los aeropuertos colombianos, razón por la cual es poco menos que imposible evadirlos.
El segundo párrafo del comunicado del SAT es escalofriante: “En coordinación con la Policía Federal, el equipaje se revisa con equipos móviles de rayos x, sin abrirlo, durante el traslado del avión a las bandas donde lo recogen los pasajeros internacionales, mientras éstos descienden y hacen sus trámites migratorios…” haciendo saber a la autoridad sólo si trae objetos adicionales a su equipaje personal. Veamos.
1.- El uso de la tecnología es una herramienta para optimizar las labores de revisión. Pero – y este, pero es importantísimo- esa tecnología es manipulada por personas venales. No hay encuesta alguna que arroje confianza pública en policías y similares. Y esa percepción está cimentada en múltiples y reiterados hechos.
2.- En el mejor de los casos, como se ha planteado esa medida, habrá un regreso más temprano al pasado del que salimos en los años 9O. Lo que propone el SAT es abrir de par en par la puerta de la nequicia a flor de piel, frente a un ciudadano indefenso donde su palabra no vale nada frente a la declaración de la dupla SAT-Policía Federal. La siembra de drogas o productos ilícitos con la sola palabra de estos conspicuos personajes, en especial a detractores políticos para destruir prestigios y construir casos sin seguir las reglas del debido proceso.
3.- Se violenta el derecho a saber del pasajero al decirle que sólo si trae alguna mercancía adicional a su equipaje debe declarar. No dice, en cambio, que la autoridad fiscal con la policía federal puede revisar cuando decidan cualquier equipaje. Se trata en un sofisma disfrazado de información veraz.
En todo caso, si se insiste en esta razón de la sinrazón, deberían, al menos, ponerse en práctica tres medidas: a) Que el pasajero que así lo decida vea cómo se revisa su propio equipaje, acompañado de un representante de las principales ONG de Derechos Humanos; b) Que el personal asignado sea sometido a rigurosos exámenes de control de confianza por expertos independientes y con supervisión de la American Polygraph Association o de la DEA para la revisión metodológica; y c) Que se designe a un ombudsman independiente cuya oficina supervise la revisión del SAT y de la Policía Federal para minimizar el uso político, el ejercicio de la extorsión o, peor aún, el cuidado y atención del equipaje con droga previamente negociado para que ingrese al país por la puerta grande.
Lo único que no se debe permitir es quedarse cruzado de brazos con la implementación de este programa “piloto” hasta que el niño se ahogue en el pozo. De nueva cuenta, Enrique Peña Nieto sigue encontrando problemas a cada solución.
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