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Trump enfrenta a los demócratas, que no quieren ratificar el nuevo Nafta

Cronista / España, Financial Times, James Politi

La administración Trump está asimilando una incómoda verdad. Su acuerdo comercial de bandera, la revisión del Nafta convertida en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) firmado por los tres países con gran fanfarrea en noviembre pasado, tiene serios problemas para ser ratificado por el Congreso estadounidense.

Eso significa que es poco probable que los legisladores norteamericanos aprueben en este verano boreal, el plazo original impulsado por el representante de Comercio de Estados Unidos Robert Lighthizer. El mayor riesgo es que los plazos se detengan completamente, y que el tratado nunca llegue a ser promulgado.

Tanto Lighthizer como el presidente estadounidense Donald Trump intensificaron su lobby frente a miembros del Congreso para acelerar el proceso, pero no está nada claro si los legisladores van a cambiar de opinión.

Dado que los demócratas tienen el control de la Cámara de Representantes, mucho dependerá de la estrategia de Nancy Pelosi, la vocera de esa cámara, que tradicionalmente tiene sus dudas sobre los acuerdos comerciales y probablemente no quiera entregarle a Trump una victoria legislativa en el área comercial a poco de que se inicie la carrera electoral para las presidenciales de 2020.

Los demócratas tienen algunos problemas significativos con el nuevo acuerdo, desde la percepción de que faltan estándares laborales aplicables, hasta la protección para los laboratorios de medicamentos derivadas del período de exclusividad de las patentes consagrado en el tratado.

Pero ellos, —y para muchos legisladores republicanos— están enojados porque la administración Trump todavía no ha eliminado los aranceles al acero y aluminio que les fijó a Canadá y México y que tanto perjuicio están causando a los consumidores de metales de sus distritos. Algunos legisladores hasta amenazaron con suspender la ratificación del T-MEC en el Congreso hasta que eso suceda.

Mientras tanto, los funcionarios de Canadá y México también están presionando a la administración Trump para que retire los gravámenes. Chrystia Freeland, ministra de Asuntos Externos canadiense, insiste en que la ratificación del acuerdo por parte de Ottawa también corre riesgo.

La última oferta de Lighthizer a los países vecinos de Estados Unidos es un sistema de cupos para reemplazar los aranceles. El mayor aliado de la Casa blanca en la pelea del T-MEC es la comunidad empresaria, que apoya el tratado, aunque también tiene algunas reservas. Pero su poder de lobby diminuyó en la era Trump.

Por supuesto que Trump podría amenazar directamente con retirar al país del acuerdo si las cosas no salen como él quiere, pero eso sería poner en riesgo el entramado económico del país.

Acá hay una lección para Japón y la UE, los siguientes en la fila para potencialmente negociar un tratado comercial con Trump que necesita una ratificación legislativa (el acuerdo para poner fin a la guerra comercial con China, no la requiere). La lección es que, particularmente en una época en que el gobierno en Washington está dividido, Trump no puede chasquear los dedos y tener al Congreso rápidamente a su disposición para seguir con su agenda. Cualquier acuerdo con Washington podría postergarse durante meses o tener que renegociarse, lo que significa que cualquier concesión final podría no sostenerse.
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