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Carbón o fracking: ¿Dos caras de una misma moneda?

Dossier Político, Noticias, José Germán Barrera Manríquez

Recientemente, el expresidente Felipe Calderón ha criticado la supuesta “carbonización” de la electricidad. Lamenta que dentro de la agenda energética mexicana los hidrocarburos precedan a las energías renovables y que no se contemple invertir en estas últimas. Su argumento versa sobre el “retroceso” que esto significa respecto a los compromisos que México ha ratificado a nivel internacional para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (principal causa del cambio climático). Si bien es cierto que el carbón es la fuente de energía primaria convencional más contaminante de la atmósfera y la que más afecta la salud de las poblaciones circundantes a las carboeléctricas convencionales, también es cierto que el gobierno mexicano desde hace años contempla al carbón dentro de su matriz energética.

De hecho, en el más reciente Reporte Mexicano de Cambio Climático, específicamente en el apartado de Emisiones y Mitigación de Gases Efecto Invernadero se señala que el 80% del carbón producido en México es utilizado para la generación de electricidad. Asimismo, en ese mismo documento se vaticina que para el año 2027 la producción de electricidad requerirá de un 30% más del carbón que actualmente utiliza, puesto que en México se construirán cuatro carboeléctricas de nueva generación con Tecnología de Carbón Limpia en los estados de Guerrero y Coahuila (estado en el que se produce alrededor del 90 por cien del carbón a nivel nacional). Esto último obedece a los compromisos que asumió México en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Volviendo a Calderón, era el año 2010 cuando su gobierno tomó la decisión de incrementar el uso del carbón para la producción de electricidad, a pesar de las críticas que hicieran diversos actores ambientalistas. En ese entonces se alegó que las carboeléctricas estaban dentro de la cartera del gobierno federal y no había por qué limitarse en su utilización.

Por ejemplo, dentro del sector eléctrico, el gobierno de Calderón consideró que el combustóleo –energético producido en México— era un hidrocarburo altamente contaminante y que además era una fuente de energía primaria muy deficiente para la producción de electricidad. Por ello decidió comenzar un programa de retiros de centrales termoeléctricas convencionales, mismas que serían sustituidas por las centrales de ciclo combinado a base de gas natural, el cual es considerado energía limpia, en virtud de que el uso final de este combustible genera bajas emisiones de carbono; sin embargo, la producción del gas importado es altamente cuestionada desde la óptica ambientalista.

Ahora, remitiéndonos al noroeste mexicano observamos que Calderón simula un ambientalismo, puesto que el gas que se utilizará en la producción de electricidad es no convencional (shale o de lutitas) y proviene, principalmente, de Texas. Es decir, dio prioridad a un energético cuya producción es muy cuestionada por actores ambientalistas. Recordemos que el gas no convencional se produce mediante la fractura hidráulica (Fracking), tecnología que consiste en extraer hidrocarburos atrapados en rocas; para esto es necesario inyectar grandes cantidades de agua mezclada con arena y químicos (no se dice cuáles, es secreto comercial) para provocar una explosión subterránea o “micro-sismo” y, así, las grietas generadas dan cauce al gas o petróleo hacia un yacimiento artificial, lo cual hace posible su extracción. Los residuos de gas tienden a permear las cuencas hidrológicas, con lo cual las contaminan. Esta tecnología ha permitido que Estados Unidos sea “autosuficiente” en materia energética, llegando a tener excedentes que han sido exportados a México (¡Estados Unidos exportando hidrocarburos: increíble!).

Este auge del gas no convencional es el que se importa en Sonora. Fue a partir del año 2010 cuando la CFE comenzó el proceso de retiro las termoeléctricas de Ciudad Obregón, Guaymas y Puerto Libertad, cuya capacidad conjunta alcanzaba los 828 megavatios. Para el año 2025 las centrales de ciclo combinado habrán sustituido la oferta de electricidad en Sonora. Sin embargo, es muy posible que, de no prohibirse la fractura hidráulica, se invierta el flujo de gas de Estados Unidos a México cuando este último produzca gas no convencional. Lo anterior se constata en un documento de la CFE en el cual se señala que existe “una estrategia de desarrollo de gasoductos que implicará un incremento de 38% en la red de transporte, con lo cual se tendrá una red de 15,916km, dicha estrategia busca desarrollar infraestructura de transporte, distribución y comercialización que permita transportar gas de bajo costo de la región y, más adelante, dar salida a los yacimientos de gas no convencional que se desarrolla en el país. Con ello, se promoverá la generación de importantes polos de desarrollo, se incrementará la competitividad de la industria y se crearán un gran número de empleos”. Esto anterior debería poner en alerta a la sociedad sonorense ya que las cuencas hidrológicas de Sonora son frágiles y el fracking demandará bastante agua, además afectará aún más la salud de los mantos acuíferos, lo cual hará surgir nuevos conflictos socioambientales que se sumarán a los existentes (agua, minería, energía, desarrollo costero, urbanos, entre otros).

El fracking se ha convertido en una especie de ecolalia dentro de quienes han estado en el sector energético y de opinólogos, quienes desde que López Obrador anunciara su cancelación han sentenciado al país a la hecatombe energética, pues no se están siguiendo los pasos que Estados Unidos siguió para lograr una matriz energética autosuficiente con capacidad de exportación. Cabe recordar que en varios estados de ese país se prohibió el fracking por los impactos ecológicos que se han tornado casi irreversibles. En una siguiente entrega se hará un esbozo sobre esta tecnología. Por lo pronto se puede resumir que el paroxismo ambientalista que ahora utiliza Felipe Calderón como una estrategia de “contrapeso político”, más que pretender abrir un debate prospectivo dentro de la agenda energética, representa un golpeteo –de doble moral— contra el gobierno de AMLO.

Por último cabría preguntarle a Felipe Calderón qué pasó con los 250 mil millones de dólares que Pemex logró exportar durante su sexenio. ¿Por qué no invirtió parte de eso en nuevas fuentes de energía renovable para mejorar ambientalmente a la matriz energética mexicana? ¿Por qué duplicó el personal administrativo de Pemex en lugar de fortalecer técnicamente al sector energético? ¿Por qué, a pesar de que en su sexenio se invirtió más de 1.4 billones de pesos en programas de combate a la pobreza, la población en esta condición pasó de 36 al 46 por cien? Y ya que anda muy ambientalista ¿Por qué su sexenio tiene el récord de concesiones mineras y por qué esta industria tuvo una carga impositiva tan laxa?

Fuentes: CONEVAL; Alejandro Domínguez, Milenio (30/07/2015); Sinembargo (30/05/2016); El Universal (10/05/2010); CFE: Libro Blanco: paquete gasoductos; Reporte Mexicano de Cambio Climático.

Twitter: @GermanBMan

Correo: jgbarreram@gmail.com
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