Por segunda vez en un mes, altos líderes empresariales se sentaron con el Presidente Andrés Manuel López Obrador para implorarle que haga más para salvar la economía.
Decenas de miles de personas estaban perdiendo su empleo, advirtieron. Empresas pequeñas y medianas, que dan trabajo a más del 70 por ciento de la fuerza laboral mexicana, se estaban quedando sin dinero. El Gobierno necesitaba intervenir, argumentaron. Los datos eran irrefutables.
“Tengo otros datos”, se encogió de hombros el Presidente López Obrador, de acuerdo con dos empresarios con conocimiento directo de la conversación, en abril.
Por todo el mundo, gobiernos se han apresurado para inyectar dinero a economías golpeadas, con la esperanza de evitar los peores efectos económicos de la pandemia.
La lógica: cuando la pandemia al fin quede atrás, las economías no tendrán que comenzar de cero para recuperarse.
En México, no ha llegado tal esfuerzo de rescate. La pandemia podría llevar a un ajuste de cuentas económico peor del que México haya visto en quizás un siglo.
Más empleos se perdieron en abril que los que se crearon en 2019. Un informe reciente de una dependencia gubernamental señaló que hasta 10 millones de personas podrían caer en la pobreza este año.
Sin embargo, la mayoría de los economistas estiman que México sólo aumentará el gasto ligeramente –en menos de 1 por ciento de su economía–, una cantidad pequeña comparado con muchas naciones grandes.
¿El motivo? Críticos y simpatizantes coinciden: López Obrador.
Con una actitud hostil a los rescates económicos, una aversión a subir la deuda pública y sintiendo profunda desconfianza por líderes empresariales, el Presidente ha optado en gran medida por no tomar acción a pesar de lo que se espera que sean problemas generalizados por todos los niveles de la economía.
En un momento de gran polarización en México, cuando las reacciones a López Obrador oscilan entre devoción total de sus simpatizantes y una furia encarnizada de sus detractores, la necesidad de montar una respuesta económica ha ofrecido un destello poco común de unidad.
Parte de la presión sobre López Obrador ha venido de lugares predecibles: políticos de Oposición, economistas promercado y la comunidad de empresas acaudaladas, grupos que tienden a criticar casi todo paso que él tome.
Sin embargo, miembros del propio Gabinete del Presidente también lo han exhortado a tomar acción, argumentando que, de no hacerlo, podría paralizar al País, revelaron funcionarios gubernamentales.
La resistencia del Presidente, según quienes lo conocen, se basa en su interpretación de la problemática historia financiera de México.
Después de haber vivido numerosas crisis financieras, incluidas las fuertes devaluaciones de la moneda y los impagos de la deuda, cree que los rescates simplemente no funcionan, dicen.