En medio de una de las peores crisis económicas en la historia de México (y del mundo), Arturo Herrera, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), dijo que “el uso del cubrebocas permitiría relanzar con mayor éxito la economía del país”.
En menos de 24 horas, el presidente Andrés Manuel López Obrador cuestionó y restó importancia a esas palabras. El mismo secretario se retractó de ellas. Sin embargo, cada letra de esa oración es una realidad innegable en la vida de miles de pequeños comerciantes que vieron en los cubrebocas un salvavidas para poder mantener sus negocios y llevar un plato a su mesa.
Con las medidas de confinamiento anunciadas por el gobierno federal por la crisis sanitaria del Covid-19, miles de pequeños comercios advirtieron cómo sus ganancias se redujeron al mínimo o se volvieron nulas. Muchas papelerías, estéticas, escuelas, restaurantes y tiendas tuvieron que cerrar sus puertas debido la incapacidad de pagar rentas y salarios.
Ante esa cruda realidad, algunos pequeños comerciantes vieron en la venta de cubrebocas una oportunidad para no cerrar sus negocios y sobrevivir durante el gran confinamiento.
Tal es el caso del “profesor López”, como es conocido en la “Bella Airosa”, un pequeño empresario quien hasta marzo de 2020 dirigía una academia de belleza y barbería en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, misma que se vio obligado a cerrar tras las medidas de sana distancia anunciadas por el gobierno de la entidad.
Con su única fuente de ingresos totalmente detenida y la “mala costumbre” de comer tres veces al día, el profesor decidió invertir los únicos 200 pesos que le sobraron tras liquidar a maestros y pagar la renta de su local, en comprar cubrebocas para revenderlos, plan que lo haría perder el 10% de todo su capital en un día.
“Busqué y en Pachuca ya no había cubrebocas. Las pocas farmacias que aún vendían los ofertaban a precios verdaderamente ridículos. Así que decidí ir a Tecámac y comprar ahí. Conseguí dos paquetes de 30 unidades, cada uno en 40 pesos y me regresé a venderlos. Vendí cada cubrebocas en 3 pesos, así que al final del día recuperé 180 pesos”, relata.
Sin embargo, lo que habría sido un negocio altamente redituable con ganancias de 300% se convirtió en una idea que sólo lo llevó a perder 20 pesos de los 200 que tenía.
“No contemplé el gasto que me representó ir a Tecámac y regresar. Me gasté cerca de 120 en puros pasajes y el resto en los cubrebocas. En lugar de ganar, perdí dinero el primer día”, recuerda.
Para el segundo día, el profesor López se dispuso a encontrar cubrebocas dentro de la ciudad y después de una intensa búsqueda consiguió los mismos paquetes de 30 cubrebocas en 50 pesos.
Eran diez pesos más caros que en Tecámac, pero sin la necesidad de gastar en pasajes. Ese día ganó sus primeros 80 pesos vendiendo cubrebocas.
Hoy, cuatro meses después, el empresario Romualdo López invierte diariamente mil 500 pesos en cubrebocas desechables, de tela y KN95; en alcohol y caretas, en tapetes y todo tipo de artículos desinfectantes, obteniendo ganancias de hasta mil 200 pesos todos los días.
El negocio ha ido tan bien que el empresario ha considerado cambiar de giro y seguir distribuyendo este tipo de productos, ya que tampoco tiene una certeza de cuándo podrá abrir de nuevo su colegio.
“Dado a que esta situación se está prolongando cada vez más. Estoy pensando seriamente en formalizar mi negocio de venta de cubrebocas y depender ya más de esto que del colegio, porque no tenemos ninguna certeza de cuándo podremos volver a abrir las escuelas”, dijo.
Sobre los apoyos gubernamentales, afirma que nunca buscó ningún tipo de apoyo, ya que el dinero que la administración de AMLO ofrecía a los pequeños empresarios apenas le hubiera alcanzado para pagar un mes de renta de su local.
Un caso similar fue el que vivió Hugo, un comerciante que hasta antes de la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus se dedicaba a vender playeras en una colonia de la alcaldía Gustavo A. Madero.
“A partir de abril las ventas bajaron hasta 70%”, recuerda el emprendedor.
Sin embargo, la caída de sus ventas no fue el mayor de sus problemas, sino el cierre del lugar donde compraba los insumos para fabricar su producto, ya que la fábrica de telas donde se surtía cerró, al no ser considerada una actividad esencial.
“Estuve 40 días sin poder trabajar, sin tener ningún tipo de ingreso. Comenzaron las deudas, no tenía ni para pagar la renta”, asegura.
Fue así como Hugo comenzó a fabricar cubrebocas con la poca tela que aún tenía. El primer lote fue de 10 piezas, las cuales no fue nada fácil vender. “Yo le rogaba a mis vecinos para que me compraran”, recuerda.
Sin embargo, a medida que el número de contagios y muertos por Covid-19 crecía en el país, el número de personas interesadas en su producto creció paralelamente.
“Cuando se hizo obligatorio el uso de cubrebocas en la Ciudad de México las ventas crecieron exponencialmente. De vender 10 o 20 piezas a la semana, pasé a vender hasta 800”, dice orgulloso.
La venta de cubrebocas le permitió a Hugo pagar sus deudas y en las últimas semanas registrar ganancias, mismas que espera extender hasta enero o febrero del próximo año.
“Este negocio no sólo me ha beneficiado a mí. Vendiendo esto le estoy dando empleo a muchas personas: dos vecinas me están ayudando a coser, tengo a cinco personas vendiendo, y una más que me ayuda a diseñar. A todos les llega una lanita, ya sea poca o mucha”, dice orgulloso.
Tanto Hugo como el profesor López saben que este negocio puede terminar en cualquier momento y sólo ven en la venta de cubrebocas una forma de poder volver a dedicarse a lo que hacían antes del Covid-19.
“Si el cubrebocas fuese una opción para la reactivación de la economía, me lo pongo de inmediato”, dijo Andrés Manuel López Obrador el 22 de julio.